Inès Boubakri logró una primicia para la esgrima en los Juegos Olímpicos de 2016. Cuando la número 9 del mundo, a sus 27 años de edad, se impuso a la rusa Aida Shanaeva por 15-11 en el combate por el tercer puesto de florete individual femenino, se convirtió en la primera tiradora africana que se colgaba una medalla olímpica. Boubakri, 10 veces campeona de África, nos explica su inolvidable experiencia.
¿Cómo se sintió justo después de su último tocado en la pista de Río?
Me sentí muy orgullosa. Pensé en el largo camino recorrido, en el trabajo que había hecho con mi entrenador, Yann Detienne. Pensé en mi familia. Llevaré ese momento grabado en el alma. Sentí una alegría increíble. No dejaba de repetirme: "Lo he hecho, lo he conseguido". Comprendí que acababa de hacer realidad mi sueño. Cuando tuve la medalla colgada al cuello, me dije que era mía para siempre. El momento pareció durar tanto que tuve tiempo de pensar de nuevo en mi familia, y en lo que esta medalla significaba para mí y para mi país. No pude contener las lágrimas y lloré de alegría.
¿Cómo describiría su experiencia en Río 2016 en general?
Cuando llegué, me sentía más fuerte que nunca, pero, tres días antes de la prueba, me enteré de quiénes eran mis rivales y me asusté. Me pareció que no estaba a la altura. Las sesiones de entrenamiento siguientes resultaron catastróficas desde el punto de vista técnico y de mentalidad. Pero poco a poco, fui rehaciéndome. Pensé en todo el trabajo que había hecho. Había ido a Río a ganar, contra cualquier rival. Cuando llegó la prueba, fui sintiéndome mejor a medida que pasaba el día. Aunque perdí en la semifinal, ofrecí una actuación excelente contra una rival [Elisa Di Francisca] que siempre me había dado muchos problemas. En el combate por el tercer puesto, me dije: “No puedo parar aquí. Dada la forma en la que estoy compitiendo, voy a tratar de conseguir una medalla”.
¿Qué hizo justo después de los Juegos?
Regresé a casa, a Túnez, para compartir mi alegría con la familia. Me dieron una bienvenida digna de una heroína. Me recibió el ministro de Deportes y otras personalidades del Gobierno. Toda mi familia estuvo allí: mis padres, hermanos, amigos, tías, primos, etc. Jamás pensé que un día me brindarían una bienvenida como esa. Al principio, estuve muy solicitada por los medios de comunicación tunecinos y por eso no disfruté de mucho tiempo con la familia, pero, unos cuantos días después, pude respirar y pasar unos días en la costa.
¿Qué programa sigue diariamente una medallista olímpica, y qué sacrificios ha tenido que hacer?
Me entreno cada día una o dos veces, dependiendo de las competencias que tenga durante el fin de semana y del programa de clases. Los entrenamientos consisten en sesiones de ataque (combates), en sesiones individuales que llamamos lecciones, y en preparación física. Las lecciones son muy importantes. Aparte de trabajar la técnica y las secuencias, te permiten concentrarte de forma específica, con el entrenador, en acciones o en tiradoras concretas. También seguimos cursos en el extranjero para prepararnos para las competencias. Para los Juegos Olímpicos, fui a Avoriaz, Francia, con mi entrenador, mi preparador físico y unas cuantas tiradoras de mi club. Fue una forma de concentrar mi entrenamiento en tiradoras del extranjero y de variar mis defensas.
¿A quién dedicó la medalla olímpica y por qué?
Dediqué la medalla a la mujer árabe, que tiene su sitio en la sociedad en la que vivimos, y confío, mediante mi disciplina, en haber transmitido el mensaje. También a mi esposo, Erwann Le Péchoux, a mi familia y a todas las personas que han creído en mí y me han ayudado en los momentos difíciles. Quiero darles las gracias a todos ellos.
¿Qué le gusta hacer cuando no está practicando la esgrima?
Me encanta ir de tiendas. Me gusta mucho la moda, pero con los entrenamientos y mis viajes a las competencias no suelo tener tiempo para salir, porque prefiero descansar y quedarme en casa. Sin embargo, siempre que tengo ocasión de ir de compras con mis amigas, no hay quien me pare.
¿Qué planes tiene para la próxima temporada?
El año postolímpico es más bien de transición. Has llegado al final de un largo ciclo deportivo que te agota mental y físicamente. Por otro lado, todavía falta muchísimo tiempo para los siguientes Juegos Olímpicos. En mi caso, este será el año en el que pueda terminar mi máster en Pericia Deportiva y Rendimiento de Alto Nivel. Después empezaré el curso de entrenamiento DEJEPS [de maestría de esgrima]. Ni que decir tiene, también me he fijado grandes metas deportivas. Cuando haya terminado los estudios y el perfeccionamiento, podré empezar de nuevo a trabajar, con calma y la cabeza despejada, en un nuevo ciclo olímpico, y a pensar en Tokio 2020. Después de estos últimos tres años, y especialmente después de conseguir una medalla olímpica, tengo cada vez más ambiciones.